Tenías todo.

Tenías todo lo que buscaba. Tenías ese fuego en los ojos que no dejaba que nada te detuviera. Tenías esa pasión por la vida que me encendía y me contagiaba.
Tenías todas las ventajas de la edad y las experiencias vividas. Tenías la altura perfecta para abrazarme.
Tenías la capacidad de hacerme sentir la mujer mas hermosa del mundo.
Tenías la capacidad de sacarme completamente de eje. De des-ubicarme. Y ubicarme en el más allá con sólo una frase.
Tenías tantas virtudes como seguramente defectos, aunque no quise verlos.
Tenías el poder de sacar lo mejor de mí, tenías el poder de decir exactamente lo que quería escuchar.
Pero no tuve en cuenta algo fundamental.
Vos tenías todo eso y más, pero nos faltaba algo impresindible.
Nos faltaba Yo.
Yo no estaba acá. Estaba en vos. Todo pasaba por vos y para vos. Y por enésima vez en la vida me olvidé de mi.
Dejé mis cosas, mi tiempo, mi energía, mi amor a mí de lado. Todo fue hacia vos y para vos.
Y eso no puede resultar nunca bien.
Porque para estar con otro hay que estar primero con uno. Porque para poder dar primero hay que poder darse. Porque todo lo que te ofrecí debía ofrecérmelo primero a mí. Porque para que el fuego exista debe existir en ambos lados, no en uno solo. Y el fuego que uno lleva dentro debe mantenerse siempre prendido, porque es lo que nos permite vivir. Lo que nos permite ser y hacer en el mundo, interior y exterior.
Y pensar que porque yo te daba todo vos también lo ibas a hacer es un error. Tal vez lo que para mi era indiferencia es lo que hay que hacer. Es decir, nunca dejaste nada tuyo de lado. Y debo aprender de eso. Debo aprender que mi vida no se negocia, ni se  trueca por nada. Ni siguiera por amor.
Y sigo sin aprender que ante todo yo, y después yo.
Sigo sin poder preservarme. Sigo sin defenderme. Sigo entregándome completa a los demás. Dando todo y más de lo que se pueda imaginar. Y quedándome vacía de nuevo. Sigo sin poder manejar esa necesidad adictiva de dar y dar y dar.... y estar presente. Y actuar. Y hacer. Y decir.
Sigo sin poder estar en la quietud. En la espera. En lo receptivo... en definitiva, sigo sin poder estar en lo femenino. Sigo sin poder despertar mi femeneidad en su sentido más sutil.
Y sigo sin poder entender que debo dejar de esperar. Que mis expectativas son mi problema. Que lo que yo creo que el otro debe hacer es un tema mío. Y que el otro no tiene porqué cumplirlas.
Quiero aprender a dejar de proyectar. Siento como si mi energía fueran rayos que se disparan a otros. Siempre a un otro. Nunca para mi. Mi energía se dispersa y se dispara. Y se va. Y cuando quiero que vuelva ya se la han llevado.
Quiero aprender a dirigir mi energía a mí y mi mundo. Y poder estar CON el otro. No PARA el otro ni EN el otro.
Quiero aprender preservarme y a cuidarme del dolor innecesario. Quiero cuidarme del desengaño. Hagas lo que hagas. Hagan lo que hagan. Que mi centro no se vea afectado nunca. Que mi escencia no sea lastimada.
Sólo depende de mi.
Tenías tantas virtudes... incluso, la de enseñarme a volver a mi.

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